“Las chicas de
Flores, se pasean tomadas de los
brazos, para
transmitirse sus estremecimientos, y si
alguien las mira en
las pupilas, aprietan las piernas,
de miedo de que el
sexo se les caiga en la vereda”.
“Exvoto”, de
Oliverio Girondo, en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Voyeur
Termina la hora de la
siesta
Y la quietud apenas
pierde protagonismo.
Unos pájaros vuelan
anunciando
Que no estoy
contemplando una postal y
Que el paisaje quiere
acabar ante mis ojos.
El viento, con una
erección del sueño,
Busca a las ramas del árbol
Para hacerles el amor
lentamente.
Ellas lo acarician
embelesadas
Con cada una de sus
desnudas hojitas
Y remolonean mientras
sienten placer
En el roce propio y ajeno.
Desde la ventana veo
Que despliegan
erotismo sin medida.
Lo desparraman como
una pulsión genital
Por todos los
balcones del contrafrente,
Para que las chicas
de Caballito empiecen a tocarse
Y no se sofoquen de deseo, como antes las de
Flores.
El cielo nubla su
vista
Juzgando que es
obsceno el panorama.
Nadie lo invita al espectáculo
de este domingo
Que arenga sexo
desenfrenado,
Con pezones
fosforescentes
Y nalgas que aletean
como mariposas.
Así la lujuria se
expande a la velocidad de
Un ágil navegador de Internet,
Que hace lo suyo por conseguir
la compañía
Que le dé uno o
varios orgasmos
Antes de que empiece a anochecer.