Meditada
Ella
está meditada, revuelta bien, limpia.
Toda
la bruma salió y se transformó,
Y el
sonido de su cabeza –imparable–
Se detuvo
en esos minutos sagrados y propios.
Y
ahora, las luces iluminan un poquito y
Buenos
Aires es una gran mecedora
Que le
recita mantras protectores.
Camina
despacito y agradece liviana
Esos
instantes de paz impagables
A
los que se aferra y se aferra y se aferra…
Todo
lo que puede.
Como
si fuera parte de algo más grande
Y
los lunes a las seis de la tarde,
Puntualmente
lo recordara.