domingo, 7 de febrero de 2016

Yapa


Yapa

Ahuecada.
Sin margen ni manera.
Solo las peludas orejas de tilo
Saben sacarle una sonrisa.
Lo demás es rotura inhumana.
Suena el recuerdo de aquel tango
Colado, audaz y hermoso;
 Atrevido entre Pappo y Sumo.
Era el marco perfecto
Para ese abrazo desnudo y amoroso,
En la conocida cama alquilada.
Supo al instante,
Entre despierta y dormida,
Que estaba en su mejor paraíso.
Él, nido de calor en el que podía
Sentirse viva y feliz.
Medialunas y café con leche,
Luminosa mañana de yapa
 De las que no vuelven más.