Yapa
Ahuecada.
Sin margen ni manera.
Solo las peludas orejas de tilo
Saben sacarle una sonrisa.
Lo demás es rotura inhumana.
Suena el recuerdo de aquel tango
Colado, audaz y hermoso;
Atrevido entre Pappo
y Sumo.
Era el marco perfecto
Para ese abrazo desnudo y amoroso,
En la conocida cama alquilada.
Supo al instante,
Entre despierta y dormida,
Que estaba en su mejor paraíso.
Él, nido de calor en el que podía
Sentirse viva y feliz.
Medialunas y café con leche,
Luminosa mañana de yapa
De las que no
vuelven más.